miércoles, 25 de julio de 2007

Tú justificas mi existencia.


Casi nunca las historias comienzan como si se tratase de cuentos ni, por supuesto, acaban como tales. Aunque a veces pasa que hasta el más tímido se desinhibe y el más raro actúa del modo más normal. Y, pese a que la excepción NO confirma la regla (¿a quién se le ocurrió traducir semejante estupidez?), todo puede suceder. Siempre quise creer en los Reyes Magos, incluso cuando me costaba tanto... Cerraba los ojos y hacía un esfuerzo por creer que esos tres hombrecitos ataviados tan majestuosamente subían con sus camellos hasta el cuarto piso en que vivía, llevando a cuestas trescientas ochenta y tres toneladas de regalos, las cuales debían ellos repartir a diestro y siniestro en una sola noche. ¡Sí! Una sola noche. Y tan sobrados de tiempo que en mi casa se permitían comer cinco tabletas de turrón y ocho naranjas. ¿Por qué no estaban más gordos? Estarían cansados de quemar calorías esa maldita noche, que encima hace frío en enero, y con tanto reparto y tantos niños inquietos aguardando a ver si, por un desliz, les pillaban en el descansillo, cualquiera soporta la tensión... No puedo renunciar a los cuentos. Además, no voy a dibujar ningún final. Con seis años sabía, de algún modo, que perder la ilusión era la peor de las opciones. Ahora, creo en ti. Pero no dudo: eres de verdad. Es la niña del ayer la que se ilusiona más y más. Por suerte, mi castillo ha dejado de ser de arena y sustentarse en el aire.
Así que “érase una vez” mi historia -y la tuya. Para contarla imploro a la magia de las letras, capaz de convertir al reo en rey, que haga de ti mi reo y mi rey. A cambio yo le entregaré mi alma, mi pluma, y una promesa. Quiero ser –y me atrevo a gritarlo tanto que atraviese y derrumbe estas murallas de piedra, de prejuicio medieval, de nada- presa en tu castillo y reinar en su interior. Un día, me dejé llevar. (Por cierto, ¡¿qué hago despierta a las tres y cuarto de la mañana?! ¿Lo mismo que a las tres y cuarto de la tarde? ¿Cómo que quererte?).
Renuncio a las palabras que acuden a mí, todas a la vez, en tropel, decididas, a lomos de un caballo de Troya en el que tú te escondes, preparándote para el asedio, y que ni siquiera estoy segura de que sea real. Son demasiado dulces, te lo he dicho tantas veces… No puedo vivir sin ti. Y te lo escribo así: sin azúcar, sin pretensiones egoístas, con lo único que tengo.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien. (Luis Cernuda).

3 comentarios:

Eloy Moreira dijo...

Mira...me he hecho una cuenta y todo para hacer mas fácil el dejarte comentarios a medida que vayas escribiendo más. Sinceramente me dejas de piedra. ¿Dónde aprendiste a escribir tan bien?
Soy el chico misterioso de hi5 jeje.
Cuídate. Voy a leer el siguiente

Anónimo dijo...

La existencia no queda justificada por algo o por alguien sino por las cosas que suceden con ese algo o ese alguien que hace que tu vida se encamine a no cambiar nunca ese rumbo.
Eso me paso a mi con una cierta chica, que encamino mi vida y justifico mi existencia no por que sea guapa, inteligente y sincera
(que lo es), sino por que los momentos que vivimos... hace que sin ellos la vida careciera de sentido, y mi existencia quedaría en el aire, frágil y sentiria que el camino se estrecha tanto que no podria continuar.

Un gran blog Joyce :)

Anónimo dijo...

precioso. no dejes de escribir en este blog.