viernes, 10 de agosto de 2007

De momento, me voy.


No creo que vuelva por aquí en unas semanas... Si alguien me necesita, que me venga a buscar... en un coche de policía. Si no, nada.
(¡¡Viviendo!!)

Más allá del olvido.

Esta mañana he vuelto a encontrarte revolviendo entre viejos cuadernos, aún con sus anillas sin oxidar, sus páginas tan blancas como la primera vez que los abrí. Hojas vacías llenas de historias que nunca empezaron, aunque no porque nadie lo intentara, precedidas por cuidadas palabras que pretendían ser casuales. Pueden seguir ahí, pero no, ya no están: se fueron contigo, y no las culpo.
Recuerdo que casi me arrebatan la vida en su inexorable lucha por escapar del papel en que yo me resistía a escribirlas. Lo recuerdo en este olvido. No fui más que su rehén, hasta que pasé a ser su esclava. A veces, incluso, me sentía salvajemente afortunada de serlo, y supongo que fue ésa la puerta que permitió el paso a mi perdición. Cuando aquella mirada arrancó a hablar, acentuando el valor de lo que decía con un acento que nunca acertaré a describir, se cayó el cielo. Son esos unos ojos que no sentirían nada si leyeran estas líneas, despojadas de todo estilo para centrarse en esta tierra superviviente que se ahoga en una laguna artificial.
A ti, no más poemas. Me basto y sobro para ser consciente de que no sé escribir. ¿Crema? ¿Y qué mas da? Pero lo que sí sé es leer. Incluso puede que fueras tú quien me enseñó. Es por eso que, cuando el día más amargo de la semana acostumbraba a transcurrir entre el martes y el jueves y en ocasiones se hacía llamar fin de semana, leí en tus ojos - los de antes-, que estaba encerrada en un cuerpo que no era mío y condenada a experimentar de forma más intensa una soledad en apariencia voluntaria. Del mismo modo, pude leer que te ibas. Como también presentí que no volverías. Sin tan siquiera rozar mi piel, sin más despedida que un adiós silencioso a mi alegría y regalándome –sin saberlo- una caja con un puñado de ilusiones muertas y el final de una obra que nunca imaginaste representar. Me dejaste así: sumida en un eterno miércoles. Ahogándome mientras me olvidabas, porque en el mar de tu olvido no había agua con que embriagarse hasta hacerte desaparecer.
Ahora, sólo quedan cuadernos inmutables, esbozos inacabados, palabras desorientadas. Y una voz. Ahora, ¿qué nos queda?
Ayer, qué lejos estás de mí.

“Lo que no puede ser dicho es lo que un poema debe arriesgarse a decir.” Jenaro Talens, Más es menos.

domingo, 5 de agosto de 2007

Esperándote.

Estoy aquí, esperándote. Con la sensación de que llevo una vida entera esperando, con la sensación del que ha nacido sólo para esperar.
Y ahora te preguntarás, cuando hayas vuelto –porque esta vez volverás- si he perdido lo que me quedaba de razón. Sin embargo, aunque lo cierto es que no he perdido nada, encontrar sí que he encontrado, y más de lo buscaba. Más, por lo que hoy echo de menos y espero sin descanso bajo un cielo que sigue siendo el mismo y que no va a cambiar de nombre. Más, porque he aprendido a no ver mis errores como aguijones que nunca lograré sacar de mi piel sino como un medio de progreso. ¿Qué habría sido de mí si no me hubiera equivocado en tres de cada dos pasos dados? Si no me hubiera arrepentido nunca de tantos y tantos desaciertos, ¿cómo iba yo a descubrir lo ilógico de una comezón que no soluciona nada si uno no procura enmendarse? De ahí que me alegre de haber tropezado, ya no tres, sino mil y una veces con una y mil piedras. Porque, de no ser así, seguirían en mi camino entorpeciéndome el avance. Ante mí, se extiende un largo sendero lleno de ramificaciones, algunas sin salida; pero todas ellas cubiertas de nuevas piedras con las que caer, y con nuevas, conocidas o propias manos para levantarse y seguir caminando.
Por el momento, no puedo tropezar. Es que sigo aquí, esperándote.

Puede que antaño, cuando eras otro –siempre eres otro-, ese error fuera necesario como todas tus verdades actuales, al igual que una piel, por así decirlo, que ocultaba y envolvía muchas cosas que no tenías derecho a ver aún. F. Nietsche, La gaya ciencia.

Verano viene, verano va.


El agobiante calor es motivo, al parecer, de una frecuente alteración de la sangre que lleva a algunos a desembocar en el mayor de los trastornos. ¡Ay, agosto, que nos tienes locos!
Ya se sabe. En verano, lo que no son desequilibrados… son mosquitos. Y los que no son ni desequilibrados ni mosquitos, se arrojan al “mar de su incomprensión”, para volver navegando en un botella -con las vestiduras rasgadas y la razón en una pieza- cuando el caos no sea más caótico de lo habitual. O bien se desatan las cuerdas –ojo: ¡desatan!, ¡no las tiran a un agujero negro!- y optan por unirse a esa orgía de colores, sabores, sensaciones de todas clases y… mosquitos que les es ofrecida por el estío y sus adeptos.
Mejor sucumbir ante sus encantos, volar sin temores y –cómo no- sobrellevar las picaduras de esos insectos tan molestos, concienciándose de que, por mucho que a nadie le parezcan tan “divertiditas de rascar” como a Neddy, sus causantes no tienen tanta malicia como les achacamos.
(Consulte a su farmacéutico si desea ser menos picado. Si sigue picado y desea matarlos a todos, consulte a su médico, de cabecera no, de cabeza.)

viernes, 3 de agosto de 2007

Oveja ¡NO!

No soy una oveja. Ni una gota de lluvia más, ni un grano de arena en el desierto, ni un número en una larga lista. Al menos, no para mí. Soy yo, y con eso me basta.
Me he tomado la libertad de enumerar una serie de, en apariencia, sencillísimas instrucciones a seguir para intentar no ser más que un animalito domesticado. Ahí van:
1. No bales (del verbo balar, evidentemente): escribe, habla, protesta, ponte de acuerdo.
2. No sigas al rebaño sin preguntarte por qué.
3. No permitas que te roben la lana: véndela tú.
4. No admitas que te impongan lo que no debes hacer sin explicarte nada. ¡No lo hagas!
5. No, no, no te dejes llevar por quienes van con el “no” por delante a todas partes.
6. Quema tus ideas preconcebidas, y trata de comprender el origen de las de otros en lugar de juzgarlos sin más.
7. Respeta siempre al rebaño porque –lo quieras o no- no podrías vivir sin él.
8. Critica al pastor todo lo que consideres conveniente, pero no lo hagas porque creas que desempeña un papel que nunca podrías desempeñar. Es peor ser envidioso que ser oveja.
9. Cambia si es lo que quieres: olvida el miedo a que piensen que has dejado de ser tú mismo. Eres “más tú que nunca” cuando eliges quién quieres ser haciendo caso omiso a ese estúpido y demasiado visto “qué dirán”.
10. Ayuda a que el mundo sea como quieres y deja, por favor, de llorar que nunca será parecido a tus sueños o al simplón paraíso de los teletubbies. ¡Despierta! ¡Actúa! Y decide después si prefieres seguir soñando.
11. No veas en los que amas una mera necesidad (egoístamente balando), sino una pieza fundamental para componer ese extraño ser incompleto que eres.
12. Y sobre todo… ¡¡piensa!!
13. La suerte… es sólo la excusa de los que “creen en lo irresistible” y no están dispuestos a cumplir las condiciones anteriores. Así que ve buscando un minino negro y derrama sal (sobre el gato no, hombre, ¡no seas salvaje!) sobre un espejo mientras repites “seis” muchas veces. Si tienes escalera… premio. Aunque te advierto que si hay ovejas y entre la masa cunde el pánico, esa suerte que no existe se volverá contra ti y acabarás tragando sal, con un esguince (o rotura: depende de la escalera elegida), con un gato malencarado, y tuerto a causa de uno de los puntiagudos cristalitos del espejo que rompiste.


Quítate ese ridículo disfraz.