lunes, 23 de junio de 2008

Por desenvolver.

Una caja llena de nada y… deseo. Impaciencia, anhelante, pelea consigo misma para desenvolverla. Entrevistas, titubeos y artimañas para seguir viviendo errores la observan indiferentes. En el fondo, no más que un burdo intento por recuperar una normalidad que nunca ha existido. Pero ella no quiere más papeles. Lo que le queda, es todo lo que no puede decir. Y sustituye lo de inquietarse ante valoraciones empaquetadas de estatismo por imparables ansias de construir una enorme pirámide; una pomposa y monumental tumba faraónica para enterrar lo que ya no quiere ser y respirar en soledad.

Entre entresijos, sí: y perderme. Y perderme transmutando una realidad cada vez más calificable como encrucijada, desde el mundo hacia mi cercenado afán de ser mejor, desde mí hacia los otros.

¿Tanto? empeño para… Para que ahora nadie tenga el valor de responderme si ha sido útil, en algún sentido, padecer la diferencia.
Aquí sentada, con los platos abiertos como ojos, unos cuantos años después de los primeros problemas y “síntomas” derivados de mi particular percepción de las cosas, lo dudo y mucho. A todas luces -aunque a oscuras- y a fuerza de ser yo, he llegado a cansarme de existir, ante decenas de miradas que no siempre (¿o que nunca?) han sabido extinguir los fuegos que han procurado consumirme. Y no me preocupa: aún soy dueña de muchos nexos adversativos. Así que, a pesar de todo, sigo viva, y viva en el sentido pleno de la palabra.

Ardiendo en deseos de libertad e independencia, a 23 de junio de 2008.

martes, 13 de mayo de 2008

Los chupasangre.


Una raza que no entiende de colores ni de fronteras; una tan ancestral como las otras pero tan inextinguible como a la respetable especie de las cucarachas se le atribuye. La de los creadores del genuino arte de vanagloriarse del trabajo de otro. Nacen o se hacen: aún no tenemos respuesta.
De los ombligocéntricos desconsiderados podríamos extraer todo un diccionario atestado de una muy negativa terminología.

(…)

Pero, sin embargo, los vocablos malsonantes suelen tener un carácter bastante poco definitorio. Así que me ceñiré a una breve descripción para intentar abrir los ojos a algún que otro despistado antes de que un desaprensivo decida apropiarse de ellos –ahora que no miran.

Los chupasangre acechan a sus presas en cualquier situación espacio temporal. En la oficina, en la universidad, en el colegio, en la calle, “a la salida”, al otro lado del teléfono, a través de Internet, cuando subes en globo, cuando te lavas los dientes, cuando duermes. No importa. Nunca molestan. Los inventores del todo-vale lo pueden todo. Aunque no valga y pese a que no suelan valer. Las víctimas tienen una ventaja para los cazadores: no son de un solo uso. Son totalmente reciclables e inofensivas hasta que se les llena el vaso. ¡Vaya! Mejor no lo digo muy alto, no vaya a ser que se animen más (demasiada fuerza y ego-tesón traen ya de fábrica).

¡Lo he visto! Y la idea de un innatismo marmóreofacial se me presenta como más que probable. Porque para disfrazar de desinterés el más interesado de los propósitos es necesaria una sobredosis de pintura y falso carnaval que –por fortuna- hay quien no puede soportar. Demasiado mutismo cerebral para palabras que sería preferible que estuvieran vacías.

A mí ya no me engañan.

domingo, 4 de mayo de 2008

Describiendo circunferencias.


Aún quedan muchos peldaños. Y, a veces, tan pocas ganas de subir… ¿Abulia, apatía, pasotismo? Ni lo sé ni me importa. Eso.
No, igual no. Pero se acerca el día y la falsa arena de los relojes parece a cada instante más suelta. Elegir, abandonar, emprender, continuar, añorar… todo para no llegar nunca; todo para ser Alguien –o Algo, eso debe de ser lo de menos; todo, ¿para qué? ¿Para que llegue un precioso día en que desee con todas mis fuerzas ser alguien distinto a quien soy?¿Para que descubra que no soy más que lo que otros quisieron que fuera? La arena lo dirá. Pero hoy, hoy me he levantado reivindicativa aunque ni siquiera tenga claro contra qué estoy despotricando. Hoy es un día como los demás pero hoy tampoco soy la misma. ¡Y protesto! Protesto porque… porque nadie me lo advirtió. Nadie hizo alusión a cuánto puede llegar a enredarse la madeja. Nadie salvo ese dichoso animal de compañía en forma de marcador del tiempo al que no pude más que hacer caso omiso. Y si lo oí de otras bocas tampoco tuve el valor de escucharlo.
Las agujas no se cansan y mi paciencia no se ve capaz de enfrentarse a los que no conocen la fatiga. Giran, giran, giran. Describiendo siempre la misma circunferencia para dejarme -otra vez- desorientada en el interior del círculo: del de ayer, y del otro, y del otro. Déjame salir. Sí, ya… Atrapada en tu geometría hasta que la muerte nos separe.
Con todo, sé que mañana tú… Tú sí te irás del círculo. Tú escaparás. Y mi círculo y yo volveremos a ser dos y ninguno. Volveremos a la misma historia, a la antigua –o no tanto-, que renovada me clavará las viejas agujas con un ímpetu recién nacido.
Pero, ¿y si seguimos siendo tres? Tú, yo y nuestro círculo… ¿Qué te…? Los espacios reducidos están hechos para ser compartidos. (¿?)

viernes, 11 de abril de 2008

Función vinícola.


No sé, no sé qué viene ahora. No es tendencia al derrotismo el mal que anega estos dos puntos negros –absurdos, inquisitivos, tan cansados de mirar con fuerza que parecen brindar con un “champagne” sin burbujas mientras se tiñen del más amargo y cárdeno vino tinto.
Lloviendo. Sigue lloviendo. Lloviendo por todo lo que he perdido y por los despojados de alicientes derroteros -¡qué a propósito!- hacia los que la estúpida abobra que conforma y enreda mi carácter –en coalición con las más laberínticas de mis circunstancias- me ha conducido casi irremisiblemente.
Comienza el trayecto. No hay cinturones. Tierra de Nadie, ciudad de vacaciones. ¡La peor opción para los desolados y la mejor para los que sólo fingen!
¡Vengan! ¡Vengan y vean!
La función ha terminado: ¡fuera máscaras! ¡Abajo el telón! Ahora sí.
Pasen, pasen y vean. Vean cómo la realidad es otra.
(Se abre camino “la auténtica”: así, con el público al otro lado de la gran cortina. Escenario lleno, vacío de actores, aguardando la próxima representación.
Aplausos. ¡No, no! Aplauso. Aplauso abúlico del viento, que sopla y palpa un corazón palpitante. Lo rasga… Desgarra…
Abierto, abierto de par en par. El telón cae. Ya no queda espacio para más mentiras).

viernes, 21 de marzo de 2008

Juguemos.


Por si nos queda poco, vamos a jugar a comernos el mundo.
Nada de claves, nada de malabarismos, nada de lenguas encriptadas. No ahora. No ahora que el Sol se impacienta por vernos pero el aire se nos va.
Mes a mes, vivo más y escribo menos. Qué pasa. Se van. Mis letras se van… y mis números se vuelven contra mí. Algo nos sucede. La calle quiere vernos, las farolas tiemblan porque quieren que él se apague.
Inquietud. Todo se ha convertido en vida y en deseo. Y, sin embargo, nosotros hemos aprendido a estar en silencio sin sentir la irreprimible necesidad de romperlo.
¡Pasan tantas cosas!

lunes, 17 de marzo de 2008

Ni tú ni yo.


Esto no es para mí. Porque sabes que soy diferente a ti, a todos. Sabes que no me gusta, que no lo comparto… y que no voy a cambiar. Ya sé que te disgusta, que incluso te enfada. ¿Y qué..? ¿Y qué le hago? Si viví como vive un grano de sal atrapado en un paquete de azúcar, ¿qué vienes a pedirme tú ahora? No tienes nada que decir… Ni tú ni yo tenemos derecho a poner etiquetas o a decidir si la del otro está equivocada. Ni tú, ni yo, ni nadie. Dime. Calla. Adiós. ¿Qué quieres? Suelta ese cartel y cuelga. Después hablamos.

Esta tarde hay dos mundos distintos en el interior de una misma habitación. De ésa. Demasiados para tus sábanas, ya...

Mañana podrá ser otro día o el mismo y, pese a todo, ni tú ni yo podremos reprocharnos no ser idénticos –ni parecidos.
Mañana, ni tú ni yo pondremos título a un diario que seguirá sin pertenecernos.
Mañana será mejor que hoy.

miércoles, 12 de marzo de 2008

Desde mi rincón.


Acabo de darme cuenta de que hay demasiadas puertas al fondo del pasillo. Pero, ¡y qué!, si lo malo sería optar por una ventana y volar sin haber roto siquiera los cristales. Así que ¡a procurar hacer ruido!
Que no todos los caminos conducen del mismo modo a Roma y que si lo hicieran unos cuantos preferiríamos quedarnos sentados. Eso es lo que marca la diferencia. Ahí está, de nuevo: arriba y abajo.

“Al fondo, segunda a la derecha y gire hacia la izquierda. Ahora, doce vueltas alrededor de sí mismo.” Maldito prestidigitador, adivino , engañabobos o como te quieras hacer llamar. En la enésima –¡pero enésima!- ocasión en que intentas venderme uno de esos mapas que dibujas agarrado a una botella, te digo: deja ya de echar las cartas, que al final te las voy a romper, que no hay manuales de vida y que si los hubiera los arrojaría con gusto al fuego. Aunque, sí, reconozco que nunca he tenido sentido de la orientación. Aunque, sí, tampoco niego que cuando recupero la noción del espacio me encuentro siempre pidiendo olmos –y que den fresas- a una pera confusa.

Libertad. Libertad. Libertad. Las instrucciones son para los que no tienen iniciativa…

Ya sé: una antorcha. Es lo que quiero. Una que aguante viajes largos.

miércoles, 27 de febrero de 2008

Esos son. Esos ojos oscuros. Los que no son.


Me equivoqué de sonrisa, esta noche. ¡Si al menos desapareciera al amanecer! Me persiguen esos ojos ¿almendrados?¿ verdes? ¿azules? ¿ grises? Negros; negros y suyos. Corro hasta la esquina más próxima… Parece que… Sí, siguen ahí –insaciables, tan empeñados en ser vistos como la primera vez que los vi o que me vieron. Tal vez los haya despistado... Dentro de uno, de dos o de tres días volverán a encontrarme, cuando se acuerden de mí. Y volveré a intentar escapar.
Si es que… tú… Pero yo ya tengo una sonrisa. Borraré con ella hasta que desaparezcan esas rayas azules, hasta que se desvanezcan. Esos ojos. Fijos. No… Diles que no me miren, que no me llamen.
Olvida ese sueño. Otro. Tira la mesa cuando te despiertes, o cámbiala de color. Pinta, pinta sobre lo pintado. Afila el lápiz de tachar impulsos sin sentido y rompe el de avivar fuegos que ni alumbran ni calientan: que sólo queman.

Ahora temo dormir porque hoy… no quiero soñar nada.

viernes, 22 de febrero de 2008

2-4. Lo que falta.


Me sobran estos cristales que me dejan entrever las figuras mareantes del suelo mojado en que –como yo- intentan ahogarse las gotas, buscándose unas a otras para acercarse a una pequeña muerte que no será definitiva.
Me sobra imaginar un futuro que se me aparece demasiado poco alentador; tanto que, por no desobedecer la Ley del Signo Negativo, no puedo evitar pensarlo durante dos de cada diez de mis minutos.
Y, a medida que voy aprendiendo trucos, me sobra también creer en la magia, fuente más de decepciones sin sombrero que de interminablemente estúpidos pañuelos de colores.
Dos pasos hacia delante y cuatro hacia atrás. Y vuelta a empezar. Es lo que toca. ¿Y mañana? Del menos dos al cero, hasta que me toque tirar de nuevo. Pero ya no tengo ganas de jugar: me cansé de perder y no me apetece ganar.
¿Otra partida? No he decidido si volveré o no a apostarlo todo, pero algo me dice que el único riesgo es que mis números se tornen aún más rojos.

sábado, 16 de febrero de 2008

Arriba y abajo: todos al suelo.

Ya no quiero mirar a nadie, pero tengo que decirlo. Como siempre, algo que me consume y que mueve, casi con desesperación, mis dedos sobre el teclado –el mismo de siempre, el último que suele verme antes de dormir.
Lo siento, ¡pero vengo para decir que estoy harta! Harta de esa fea costumbre que tiene la mayoría de pisar a quien considera que está “por debajo” –en cualquier ámbito y en cualquier sentido- y de poner la zancadilla a quien está “por encima”.
Así, si los afectados –incautos- nos dispusiéramos a dar la vuelta al globo colorista y nuestro proyecto tuviera algún éxito, algo cambiaría. Pero, para el caso, el resultado sería el mismo: arriba y abajo, todos al suelo. Porque los del medio siempre son más, por definición, y que estuvieran cabeza abajo sólo variaría la forma de afectar a los afectados, los cuales no cambiarían más que su disposición (abajo los de de arriba y arriba los de abajo).
¿Qué pasa entonces? ¿Adónde nos lleva esa conclusión tan metafórica como absurda? Pues ni más ni menos que a demostrarles a los dueños de esos malintencionados pies cuáles son nuestras intenciones. A demostrar que nadie está dispuesto a que le pisoteen ni a que le derruyan la escalera, y que algún día no significarán nada esos noventa grados imaginarios que hoy por hoy amenazan –sin que se percaten siquiera- con pincharles el globo con que juegan.

martes, 1 de enero de 2008

Au revoir.



Sí: se acabó. Lo siento, pero se me han terminado las palabras de despedida y no tengo la cabeza para... En fin... Adiós, año viejo, adiós.