martes, 13 de mayo de 2008

Los chupasangre.


Una raza que no entiende de colores ni de fronteras; una tan ancestral como las otras pero tan inextinguible como a la respetable especie de las cucarachas se le atribuye. La de los creadores del genuino arte de vanagloriarse del trabajo de otro. Nacen o se hacen: aún no tenemos respuesta.
De los ombligocéntricos desconsiderados podríamos extraer todo un diccionario atestado de una muy negativa terminología.

(…)

Pero, sin embargo, los vocablos malsonantes suelen tener un carácter bastante poco definitorio. Así que me ceñiré a una breve descripción para intentar abrir los ojos a algún que otro despistado antes de que un desaprensivo decida apropiarse de ellos –ahora que no miran.

Los chupasangre acechan a sus presas en cualquier situación espacio temporal. En la oficina, en la universidad, en el colegio, en la calle, “a la salida”, al otro lado del teléfono, a través de Internet, cuando subes en globo, cuando te lavas los dientes, cuando duermes. No importa. Nunca molestan. Los inventores del todo-vale lo pueden todo. Aunque no valga y pese a que no suelan valer. Las víctimas tienen una ventaja para los cazadores: no son de un solo uso. Son totalmente reciclables e inofensivas hasta que se les llena el vaso. ¡Vaya! Mejor no lo digo muy alto, no vaya a ser que se animen más (demasiada fuerza y ego-tesón traen ya de fábrica).

¡Lo he visto! Y la idea de un innatismo marmóreofacial se me presenta como más que probable. Porque para disfrazar de desinterés el más interesado de los propósitos es necesaria una sobredosis de pintura y falso carnaval que –por fortuna- hay quien no puede soportar. Demasiado mutismo cerebral para palabras que sería preferible que estuvieran vacías.

A mí ya no me engañan.

domingo, 4 de mayo de 2008

Describiendo circunferencias.


Aún quedan muchos peldaños. Y, a veces, tan pocas ganas de subir… ¿Abulia, apatía, pasotismo? Ni lo sé ni me importa. Eso.
No, igual no. Pero se acerca el día y la falsa arena de los relojes parece a cada instante más suelta. Elegir, abandonar, emprender, continuar, añorar… todo para no llegar nunca; todo para ser Alguien –o Algo, eso debe de ser lo de menos; todo, ¿para qué? ¿Para que llegue un precioso día en que desee con todas mis fuerzas ser alguien distinto a quien soy?¿Para que descubra que no soy más que lo que otros quisieron que fuera? La arena lo dirá. Pero hoy, hoy me he levantado reivindicativa aunque ni siquiera tenga claro contra qué estoy despotricando. Hoy es un día como los demás pero hoy tampoco soy la misma. ¡Y protesto! Protesto porque… porque nadie me lo advirtió. Nadie hizo alusión a cuánto puede llegar a enredarse la madeja. Nadie salvo ese dichoso animal de compañía en forma de marcador del tiempo al que no pude más que hacer caso omiso. Y si lo oí de otras bocas tampoco tuve el valor de escucharlo.
Las agujas no se cansan y mi paciencia no se ve capaz de enfrentarse a los que no conocen la fatiga. Giran, giran, giran. Describiendo siempre la misma circunferencia para dejarme -otra vez- desorientada en el interior del círculo: del de ayer, y del otro, y del otro. Déjame salir. Sí, ya… Atrapada en tu geometría hasta que la muerte nos separe.
Con todo, sé que mañana tú… Tú sí te irás del círculo. Tú escaparás. Y mi círculo y yo volveremos a ser dos y ninguno. Volveremos a la misma historia, a la antigua –o no tanto-, que renovada me clavará las viejas agujas con un ímpetu recién nacido.
Pero, ¿y si seguimos siendo tres? Tú, yo y nuestro círculo… ¿Qué te…? Los espacios reducidos están hechos para ser compartidos. (¿?)