viernes, 11 de abril de 2008

Función vinícola.


No sé, no sé qué viene ahora. No es tendencia al derrotismo el mal que anega estos dos puntos negros –absurdos, inquisitivos, tan cansados de mirar con fuerza que parecen brindar con un “champagne” sin burbujas mientras se tiñen del más amargo y cárdeno vino tinto.
Lloviendo. Sigue lloviendo. Lloviendo por todo lo que he perdido y por los despojados de alicientes derroteros -¡qué a propósito!- hacia los que la estúpida abobra que conforma y enreda mi carácter –en coalición con las más laberínticas de mis circunstancias- me ha conducido casi irremisiblemente.
Comienza el trayecto. No hay cinturones. Tierra de Nadie, ciudad de vacaciones. ¡La peor opción para los desolados y la mejor para los que sólo fingen!
¡Vengan! ¡Vengan y vean!
La función ha terminado: ¡fuera máscaras! ¡Abajo el telón! Ahora sí.
Pasen, pasen y vean. Vean cómo la realidad es otra.
(Se abre camino “la auténtica”: así, con el público al otro lado de la gran cortina. Escenario lleno, vacío de actores, aguardando la próxima representación.
Aplausos. ¡No, no! Aplauso. Aplauso abúlico del viento, que sopla y palpa un corazón palpitante. Lo rasga… Desgarra…
Abierto, abierto de par en par. El telón cae. Ya no queda espacio para más mentiras).