miércoles, 12 de marzo de 2008

Desde mi rincón.


Acabo de darme cuenta de que hay demasiadas puertas al fondo del pasillo. Pero, ¡y qué!, si lo malo sería optar por una ventana y volar sin haber roto siquiera los cristales. Así que ¡a procurar hacer ruido!
Que no todos los caminos conducen del mismo modo a Roma y que si lo hicieran unos cuantos preferiríamos quedarnos sentados. Eso es lo que marca la diferencia. Ahí está, de nuevo: arriba y abajo.

“Al fondo, segunda a la derecha y gire hacia la izquierda. Ahora, doce vueltas alrededor de sí mismo.” Maldito prestidigitador, adivino , engañabobos o como te quieras hacer llamar. En la enésima –¡pero enésima!- ocasión en que intentas venderme uno de esos mapas que dibujas agarrado a una botella, te digo: deja ya de echar las cartas, que al final te las voy a romper, que no hay manuales de vida y que si los hubiera los arrojaría con gusto al fuego. Aunque, sí, reconozco que nunca he tenido sentido de la orientación. Aunque, sí, tampoco niego que cuando recupero la noción del espacio me encuentro siempre pidiendo olmos –y que den fresas- a una pera confusa.

Libertad. Libertad. Libertad. Las instrucciones son para los que no tienen iniciativa…

Ya sé: una antorcha. Es lo que quiero. Una que aguante viajes largos.

3 comentarios:

John Michael dijo...

Yo me comí el manual de usuario, y es que en las últimas páginas me desvelaban el final de mi historia, y era demasiado tentador...

Ó dijo...

Yo una noche tuve que portar una antorcha y me encantó. Te da un toke... antiguo. Es muy romántico.

Joyce dijo...

Javo: ¡hubiera sido mejor que lo quemaras!

óvp: si la conservas y me la prestas viviré prendiendo fuego a manuales.

Nota: [...] los locos son los demás...