domingo, 5 de agosto de 2007

Esperándote.

Estoy aquí, esperándote. Con la sensación de que llevo una vida entera esperando, con la sensación del que ha nacido sólo para esperar.
Y ahora te preguntarás, cuando hayas vuelto –porque esta vez volverás- si he perdido lo que me quedaba de razón. Sin embargo, aunque lo cierto es que no he perdido nada, encontrar sí que he encontrado, y más de lo buscaba. Más, por lo que hoy echo de menos y espero sin descanso bajo un cielo que sigue siendo el mismo y que no va a cambiar de nombre. Más, porque he aprendido a no ver mis errores como aguijones que nunca lograré sacar de mi piel sino como un medio de progreso. ¿Qué habría sido de mí si no me hubiera equivocado en tres de cada dos pasos dados? Si no me hubiera arrepentido nunca de tantos y tantos desaciertos, ¿cómo iba yo a descubrir lo ilógico de una comezón que no soluciona nada si uno no procura enmendarse? De ahí que me alegre de haber tropezado, ya no tres, sino mil y una veces con una y mil piedras. Porque, de no ser así, seguirían en mi camino entorpeciéndome el avance. Ante mí, se extiende un largo sendero lleno de ramificaciones, algunas sin salida; pero todas ellas cubiertas de nuevas piedras con las que caer, y con nuevas, conocidas o propias manos para levantarse y seguir caminando.
Por el momento, no puedo tropezar. Es que sigo aquí, esperándote.

Puede que antaño, cuando eras otro –siempre eres otro-, ese error fuera necesario como todas tus verdades actuales, al igual que una piel, por así decirlo, que ocultaba y envolvía muchas cosas que no tenías derecho a ver aún. F. Nietsche, La gaya ciencia.

No hay comentarios: