miércoles, 12 de septiembre de 2007

Llueve sobre mi rosa.


Mis momentos no siempre son malos. Sin embargo, si escribiera una novela breve y en ella tuviera que condensar algún archivo vital, estoy casi segura de que serían soledades y frustraciones las que ocuparían más páginas.
No porque relegue a un cuarto oscuro la parte positiva de mis días, ni porque sea una amargada retorcida que desdeña sin más por ser incapaz de encontrar un poco de luz en todo esto. ¡En absoluto! Es por una manía que tengo y a la que creo haber hecho ya alguna alusión. Bueno, por dos: no soporto dormir con los ojos abiertos y, además, escribo cuando estoy cansada. Es cierto que hay muchas formas de recomponer una cadena de eslabones inconexos. Pero que nadie dude de la naturaleza de esa cadena, porque es literatura. Literatura milenaria, salvajemente viva, reina de la vida, siempre nueva a unos ojos que no la han descubierto, muerta para quienes no creen en ella. ¡Literatura! Qué no daría yo por escuchar de nuevo tu nombre en los labios deseados. Qué no daría por poseerte. Y, pese a todo, al fin y al cabo sólo escribo por necesidad y esto que compongo, inútil, no tiene nada que ver contigo. Amante inmortal, sé que no estás en estas frases mal elaboradas sino detrás de ellas. Pero al menos no ambiciono más que acercarme un poco a ti, y eso me deja donde estoy.
El caso es que quiero hacer una excepción. Este capítulo, espero no decadente, no será uno de mis relatos de decadencia ni otro homenaje al absurdo. Sencillamente, tratará sobre la parte más amable de este laberinto en que me encuentro y cuya salida espero no hallar en mucho tiempo. Podría resumirlo en un año. También sintetizarlo en un pronombre. Es muy posible que no sea imprescindible más que una sola palabra. En lugar de eso me limitaré, no obstante, a decir –a viva voz y sin articular sonido de ninguna clase- que ayer fui libre y gocé mi libertad.

Noche de lluvia tormenta sentada en la parada de autobús sola ligeras gotas de lluvia tú coches luces rostros expectantes sigo aquí ojalá estuvieras otro rayo no puedo olvidar no no es ese gracias nada más no importa si no… dime sí esperando aún te quiero sí sigue lloviendo hacía tiempo que no me sentía tan debe de ser no tampoco es vendrá son las… sí es pronto todavía no sé qué.. pero qué importa cuando llegue sí no pensar blanco da igual vivo personaje de libro me encanta hablaremos cuando… esa letra gracias me siento… cuidado se cae que dure papel oscuro boca abajo quizá en el armario no abro casi nunca buscaré momento magia tanto tiempo ¿qué digo? sentada yo… al fin algo que… sí ahí está paraguas no si está cerca cuidado flor corre la bolsa sujeta ya hablamos te dejo viene se moja así mejor ya está buenas noches ése sí cuidado con la… ahora.
Allí estaba, de vuelta, después de recorrer el andén. Sentada en las rodillas de una tormenta que anunciaba el final del verano. Me parece que fue ayer… Con una media sonrisa, imaginando otra media sonrisa y pensando en el modo que elegiría para conservar una rosa.

2 comentarios:

BabyCatFace dijo...

Bonito relato no-decadente ^o^. Es precioso, sencillo y complejo. Me gusta.

Cuando yo escribo, tiro más que nada hacia la decadencia, la tragedia y sobre todo el agobio. Y me considero una persona bastante optimista u.u'. Cosas de la vida, supongo.

¡Saludos!

Joyce dijo...

¡Gracias Kera!